Desde el comienzo el personaje principal del libro es el destierro. Cobra vida a través del tema y de los personajes en los que se encarna, se entremete en las decisiones y se escabulle entre el paisaje. El primer desterrado es el ambiente. Como el título de la primera parte lo indica, es personaje no por ser una mera introducción o prólogo que narra el lugar en donde vivirán “los tipos”, sino porque es el ambiente el primero en sufrir la condición de desterrado. Desterrado de su soledad, de su comunión con el resto de “los elementos nativos del trópico”. El hombre lo ha invadido y el exilio es inminente, se exila con sequía y falta de hospitalidad a los animales.
El problema es por la originalidad y por la esencia ¿Quién habitó primero aquellas las tierras? Al igual que en Doña Bárbara de Rómulo Gallegos, flora y fauna son elementos polimorfos e indisolubles. Abundan las descripciones grandilocuentes y se confunden sus cualidades. Las comparaciones son metáforas de la difuminación de los límites entre los unos y el otro. La tierra se animaliza y los animales se zambullen en la hierba hasta hacerse transparentes.
La extranjerización es un problema del libro y de la región. Los desterrados se anticipa a “Noches de Cocaína” de Ballard. En este, el turismo inglés de un pequeño poblado de la costa española transforma las costumbres conservadoras con televisión, inflación e inseguridad. Sin esos motores el cambio terminaba siendo absorbido por las tradiciones y la quietud del poblado. Con sacudidas mediáticas y shocks sociales, el mundo es más propicio a un vértigo propio del consumo y el progreso. Misiones nada en el presente de Quiroga y hace la planchita en el futuro de Ballard. La teogonía que forjó el lugar, que ensució por primera vez la selva y manchó la humedad, deberá desterrarse y empolvarse en el paso irremediable del tiempo e imponerse a sí mismo una y otra vez el cambio, cada vez más rápido, en lo posible.
Quiroga fue un desterrado y lo es ahora también. De Salto y de San Ignacio. Pocas cosas quedan de él en la réplica de su casa. Sólo algunas herramientas. Todo ha sido trasladado y hay más pertenencias en Resistencia, Chaco (lugar que habitó en un período corto) que en tierras misioneras. Esto, probablemente, a la no muy buena imagen que el poblado tiene de él. Pero estoy seguro que, de vivir, volvería a zambullirse en estas tierras subtropicales, pues, igual al personaje que fue hasta el lugar a ver las ruinas y se quedó veinte años, se pondría un local de venta de celulares en Paraguay y cruzaría a Ciudad del Este o Encarnación a comprar dólares.
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